TRADUCE A TU IDIOMA

PARA SABER SI HAY ALGUIEN CONECTADO, MIRA EL MUÑEQUITO AL LADO DEL NOMBRE TIENE QUE ESTAR VERDE

martes, 23 de junio de 2009

RICARDO ARIAS.

FECHA DE NACIMIENTO: 25 de Febrero de 1957.
LUGAR DE NACIMIENTO: Catarroja (Valencia).
NOMBRE COMPLETO: Ricardo Penella Arias.
DEMARCACION: Defensa Central.
EQUIPOS: Benimar, CD Mestalla, CD Castellón.
INTERNACIONALIDADES: 1 Vez.

BIOGRAFIA.
Cuando un jugador permanece dieciséis temporadas en un equipo, siendo titular desde la segunda, deja de ser un partícipe para convertirse en toda una institución. Es el caso de Ricardo Arias, que en su tiempo batió de lejos el récord de partidos oficiales en la entidada, con la particularidad de que durante de sus más de cinco trienios no varió su estilo en lo más mínimo.
Tras pasar por todos los niveles de la cantera, Heriberto Herrera le subió al primer equipo, con 19 años, para apuntalar un medio del campo demasiado vulnerable en lo físico. Era un jugador alto, desgarbado, con melena de bárbaro de cómic y piernas como tijeras. Se aplicaba más en defensa que en ataque, donde sus apariciones solían ser más vistosas que prácticas. En su tercer año se asentó como líbero, aunque Kubala le devolvió al centro para jugar medio tiempo contra Portugal. Habría sido libre contra Dinamarca, pero se lesionó la víspera. Después la selección le olvidó y él se olvidó de la selección, en un divorcio bastante incomprensible.
En la final copera de 1979 ya tenía asumido su rol definitivo. Era un libre espectacular, excelentísimo cuando su equipo dominaba, no tanto a la hora de aguantar una ofensiva sostenida. Adoleció del síndrome Beckenbauer, que padecieron muchos líberos de su generación. Consistía en dar prioridad al gesto estético (pase inicial largo y ostentosamente teledirigido, colocación de la defensa mediante un mando pródigo en aspavientos) sobre la obligación primordial de impedir el remate contrario.
En campo abierto, sin embargo, Arias resultaba insuperable. Los suyos eran unos cortes majestuosos, precedidos por una galopada cabellera al viento, frente a los que el delantero se sentía como un rostro pálido ante la carga de los Sioux. Seguía la captura limpia de la pelota, enfatizada mediante un cambio súbito de dirección. Muy pocas veces fallaba. Cuando lo hacía, solía poner remedio mediante faltas más aparatosas que malintencionadas. Mantenía, sin embargo, una tendencia enojosa, que era la de ejercer de linier marcando los fueras de juego contrarios; y su equipo encajó unos cuantos goles mientras él hacía el 'Tancredo'. También era protestón y buscapleitos, y acabó antes de tiempo en la caseta unas cuantas veces.
Durante casi toda su carrera renunció a las pompas goleadoras. Contra el Real Madrid, sin embargo, en la decisiva última jornada de 1983, hizo un paréntesis para marcarse una incursión olímpica de área a área, ninguneando contrarios hasta largar un tirazo que aún está haciendo temblar el larguero, y muchos se preguntaron por qué no lo intentaba más. No obstante, metió fuera de tiempo, con un pepinazo alto que Jennings sólo pudo acompañar, un penalty definitivo: el sexto de la tanda en la que el Valencia le ganó la Recopa de Europa al Arsenal.
Compañero en la zaga de Botubot durante sus primeros tiempos, formó su mejor pareja con Tendillo. Luego coexistió dignamente con la eclosión de Giner, Voro y Camarasa. A los 36 años, aún hizo una buena temporada en Segunda con el Castellón. Tras retirarse se quedó en Valencia, metido en labores técnicas.
SUS TEMPORADAS EN EL VALENCIA CF.
Temporadas en el Valencia CF: 16 Temporadas desde la 1976/1977 a la 1991/1992.
Minutos Jugados: 31823.
Partidos Jugados: 374.
Partidos Titular: 357.
Partidos Reserva: 17.
Goles Marcados: 2.
Tarjetas Amarillas: 92.
Tarjetas Rojas: 3.
CON LA SELECCIÓN ESPAÑOLA.
Fue internacional con la Selección nacional de fútbol de España un partido. Su debut se produjo el 26 de septiembre de 1979 ante Portugal en Vigo con resultado de empate a uno.
SUS TITULOS CON EL VALENCIA CF.
Copa del Rey: Valencia CF -1979.
Recopa de Europa: Valencia CF - 1979-1980.
Supercopa de Europa: Valencia CF - 1980.

CARTA DE SU SOBRINO.
Después de algunos jugadores sudamericanos, me gustaría recordar a uno de los referentes que he tenido de niño, el legendario 4 del Valencia, don Ricardo Penella Arias.
Arias se formó en las categorías inferiores del Valencia CF y debutó en el primer equipo con apenas diecinueve años. En sus primeros años jugaba como centrocampista defensivo aunque con el paso del tiempo acabó asentándose como libre. Fue en esta posición en la que se hizo imprescindible en el Valencia CF y en el que alcanzaria sus máximos éxitos.
En este momento posee el récord de partidos disputados con el equipo che en primera división con 376 participaciones.
Era un jugador que destacaba por su físico debido a su gran altura. No se prodigaba mucho en el ataque, de hecho sólo metio 4 goles en competición oficial.A pesar de esto marcó uno fundamental, el sexto de la tanda de penaltys de la final de la recopa que el Valencia CF le ganó al Arsenal F.C. en 1980
Sin embargo no estaba exento de técnica siendo un jugador muy del estilo de la época (influido por Franz Beckenbauer, me imagino que era el referente en aquellos años) en la que se exigía al líbero además de la destrucción del juego del rival la función de creador de juego mediante pases largos y el posicionamiento de la defensa todo ello ejecutado de lamanera más estética posible.
Con el Valencia ganó una copa del rey, una recopa y una supercopa de europa.
Fue internacional con la Selección nacional de fútbol de España un partido. Su debut se produjo el 26 de septiembre de 1979 ante Portugal en Vigo con resultado de empate a uno
Tras su larga y fructífera carrera en el Valencia CF fichó por el CD Castellón dónde disputó una temporada a gran nivel.
Por último y como anecdota que recordaré toda mi vida, mi primer partido que recuerde en Mestalla fué en su despedida cuando jugamos un buen partido contra el Barcelona y en el que perdimos 3-4. Aquel partido fué especial no sólo por ser el primero sino por poder disfrutar el ambiente de los vestuarios, pisar el cesped por primera vez y poder tener autografos de la gente de la época gracias a que me llevo mi tio (que en paz descanse) Jose Vicente Sirera Poquet, gran amante del fubol de todas las categorias y por el que en estos momentos creo que me pasó aquella afición.
Recuerdo protagonistas de ese partido tan llamativos como Fernado, Roberto, Camarasa, Giner, Sempere, Penev, Fenoll, Arroyo, Quique, Voro o Nando por una parte y por la otra, míticos barcelonistas como Bakero, Stoichkov, Salinas, Alexanco, Zubi, Amor o unos jóvenes que entraban pegando como Nadal, Ferrer o Guardiola.
Ahora mismo, este gran defensa, trabaja como comentarista en varios medios de comunicación y tiene un negocio propio. Alguno de sus hijos juega a nivel semiprofesional en 2ªb y 3ª.
DESPEDIDA DE RICARDO ARIAS.
En su encuentro de despedida con el Valencia CF. y contra el FC Barcelona, Ricardo Penella Arias, toma la decision de despedirse del Club, entregando el brazalete a Fernando Gomez Colomer.
Ese dia era el 12 de Junio de 1992.

jueves, 18 de junio de 2009

MANOLO GALVEZ


FECHA DE NACIMIENTO: 23 de Agosto de 1958.
LUGAR DE NACIMIENTO: Torrent (Valencia).
NOMBRE COMPLETO: Manuel Francisco Gálvez Romero.
DEMARCACION: Delantero Centro.
EQUIPOS: Torrente CF, Ontinyent CF, CD Mestalla, Lorca CF, UD Alzira.
INTERNACIONALIDADES:
BIOGRAFIA.
Manuel Gálvez fue el hombre invisible de la plantilla durante un lustro. Fue utilizado con cuentagotas (seis apariciones en el once titular liguero), y, aunque siempre se fajó con la defensa, corrió con todo el alma y ofreció un respetable promedio de goles, apenas fue tenido en cuenta como alternativa. Aunque era un delantero centro nato, los entrenadores le utilizaron de parche para cualquier roto o descosido, en especial destinado a relevos oxigenante, sin que en ningún momento desmereciera. Al sexto año se marchó al Lorca, por entonces con aspiraciones de Segunda. Resultó una mala elección, porque el equipo se hundió con todo lo que pilló cerca. Reconvertido en funciones técnicas, lo ha pasó fatal durante el curso de 2000 intentando salvar a un Mestalla demasiado cargado de plomo cuando él lo recibió.
SU TRAYECTORIA EN EL VALENCIA CF.
Temporadas en el Valencia CF: 4 Temporadas; desde la 1980/1981 a la 1983/1984.
Minutos Jugados: 836.
Partidos Jugados: 21.
Partidos Titular: 7.
Partidos Reserva: 14.
Goles Marcados: 3.
Tarjetas Amarillas: 0.
Tarjetas Rojas: 0.
EN LA ACTUALIDAD TRABAJA EN EL AYUNTAMIENTO DE TORRENT EN EL AREA DE DEPORTES.

lunes, 15 de junio de 2009

IMAGENES DE MANOLO BOTUBOT.























































MANOLO BOTUBOT

FECHA DE NACIMIENTO: 23 de Noviembre de 1955.
LUGAR DE NACIMIENTO: Cádiz.
NOMBRE COMPLETO: Manuel Ángel Botubot Pereira.
DEMARCACION: Central y Lateral Izquierdo.
EQUIPOS: Cádiz CF, Xerez CD, CD Castellón.
INTERNACIONALIDADES: 1 Vez
BIOGRAFIA.
Manuel Díaz Botubot se formó en las divisiones inferiores del Cádiz CF, comenzando en categoría alevín. Seis meses después de su subida al primer equipo, el Cádiz, que atravesaba por una crisis económica, se ve en la obligación de dar luz verde a su traspaso. Se trataba un futbolista de garantía pese a su juventud y de una proyección enorme. El 4 de enero de 1977, en el Hotel Calderón de Barcelona, Pasieguito y Salvador de Gomar firmaron el documento en el cual se estipulaba la forma de pago de los 25 millones que el Valencia pagaría en concepto de su traspaso.
Al llegar al Valencia, Botubot tomó lecciones de Jesús Martínez y formó con Arias un buen dúo complementario. A la gente le cayó bien, por valiente y espectacular, y le perdonó sus lagunas y algún que otro despeje a la ionosfera. Cuando su primer gol, contra el Sporting, en una carga de blindado de área a área, todo Mestalla fue feliz con él. Kubala le llevó a la selección en un equipo experimental contra Italia el 21 de Diciembre de 1978, en el que sería sería el primer y único partido internacional que disputaría a lo largo de su carrera deportiva.
Al llegar a la final copera de 1979, ya había mejorado mucho en colocación y manejo. La llegada de tendillo le envió al lateral izquierdo. No era zurdo ni sabía correr la banda, pero se las arregló para convertirse en un puntal durante las cinco temporadas siguientes, que incluyeron Copa y Recopa. Era más aparatoso que duro a pesar de varias expulsiones (una de ellas con Rincón, que salió del banquillo y le agredió sin esperar a ser presentado), pero casi siempre recibió más que dio. En la vuelta de la Supercopa de Europa, los jugadores del Nottingham se ensañaron con él por algún motivo nunca desvelado, pero entre todos no consiguieron abatirle.
Desmesurado en el salto, Botubot resultaba letal en ataque si se le ponía la pelota lo bastante alta. También marcaba en rechaces, con unas voleas tremendas que lo mismo podían irse dentro que matar a un fotógrafo. Sus envíos desde la izquierda no eran un prodigio de finura, pero le sobraba presencia física para llenar la banda. Permaneció en las filas del Valencia hasta 1984, año en el que se despidió de la afición che tras jugar su última temporada en Mestalla.
A la siguiente campaña entró a formar parte del CD Castellón, club en el que jugó por espacio de dos temporadas destacando especialmente en su primera temporada, en la que ofreció un gran rendimiento. Posteriormente en 1986 firmó por el Xerez, que acababa de conseguir el ascenso a Segunda División. En las filas del conjunto azulino jugó su última campaña como jugador en activo, retirándose definitvamente a la edad de 32 años.
SUS NUMEROS EN EL VALENCIA CF.
Temporadas en el Valencia CF: 8 Temporadas desde la 1976/1977 a la 1983/1984.
Minutos Jugados: 18519.
Partidos Jugados: 211.
Partidos Titular: 208.
Partidos Reserva: 3.
Goles Marcados: 8.
Tarjetas Amarillas: 30.
Tarjetas Rojas: 4.
TIULOS CON EL VALENCIA CF.
1 Copa del Rey : Temporada 1978/1979.
1 Recopa de Europa :Temporada 1979/1980.
1 Supercopa de Europa :Temporada 1980.
ESTO ESCRIBIO DE EL "LA PEÑA CADISTA DE MADRID".
Si bien es verdad que apenas disputó media temporada en el primer equipo cadista, la figura de Botubot merece el mismo trato que otros grandes mitos del Olimpo Amarillo. Y es que Botubot, siendo casi un niño, fue fichado por uno de los equipos más importantes de España (el Valencia) donde hizo una carrera espectacular, que le llevó a ser uno de los pocos gaditanos que ha defendido la camiseta de la selección española. Su arrollador poderío físico hizo de él un defensa temible, del que todavía hoy guardan un gran recuerdo a orillas del Turia. Si bien su más recordada cualidad era su integridad como persona y profesional, su enorme sentido de la responsabilidad que le provocó vítores y simpatía de todos las aficiones que tuvieron la suerte de disfrutarlo.
Manuel Botubot Pereira nace en Cádiz el 23 de noviembre de 1955, en el seno de una familia de lo más humilde. Desde pequeño mata el tiempo libre con la pasión de jugar al fútbol. Como suele ocurrir en estos casos, su aterrizaje en un equipo serio, que aspiraba a formar futbolistas profesionales, fue un cúmulo de casualidades. Un buen día acompañó a un vecino y amigo a las pruebas que por aquel entonces estaba llevando a cabo Luis Escarti para las categorías inferiores del club. Aquel día Botubot iba en chanclas y no pudo jugar, pero se quedó con la copla de donde se realizaban las pruebas, y al poco regresó, también con su vecino, para probar suerte. Botubot jugó el partido completo, mientras su vecino, el llamado originalmente para la prueba, quedaba relegado a la banda. A Escarti sólo le hizo falta aquella tarde para adivinar las cualidades Manolo, que con ocho años llega así a los alevines del equipo amarillo.
A partir de ahí, la ascensión de Botubot en los escalafones inferiores del club no deja lugar a dudas: allí huele a futbolista de los buenos, de los que van a triunfar. Manolo comienza a destacar por su imponente físico, paseándose por las categorías en las que juega. Alevín, Infantil y posteriormente Juvenil, donde llama la atención de todo un Domingo Balmanya, con el que empieza a entrenar ya con la primera plantilla, rodeado de nombres de la talla de Carvallo, Eloy, Ibáñez....
Llegamos así al verano de 1976, fecha en la que comienza a desatarse el huracán Botubot. El jugador cuenta a la sazón, 20 años. Integrante ya del filial, donde continúa mostrando su insultante superioridad sobre sus rivales en el centro de la zaga, toca cumplir con el servicio militar. Botubot es enviado a Córdoba durante tres meses de instrucción. El jugador, cumplidos sus deberes marciales, se va todas las tardes a entrenar su impresionante condición física a la montaña, criando así el portento que habría de maravillar pocas semanas después.
Concluida la instrucción, Botubot regresa a Cádiz para continuar allí el servicio militar. Su pensamiento es reintegrarse en la disciplina del filial, pero en el primer entrenamiento, Enrique Mateos, que no lo había visto hasta aquel día, lo ve clarísimo. Le da la titularidad en el Trofeo de El Puerto, y la actuación del central no admite peros. Se acabaron los partidos de cantera, pasando Botubot a ser miembro de pleno derecho del primer equipo.
No sólo eso: el gaditano es titular desde la primera jornada de liga. A pesar de ser un recién llegado, no muestra la más mínima timidez. Su despliegue físico en el campo es colosal. Mateos lo alinea como central o como libre, dándole total libertad de movimientos, tal y como venía ejecutando en las categorías inferiores. Los rivales no dan crédito, parece tener el don de la ubicuidad. Y en defensa, sus rivales terminan completamente secos, siendo muy pocos los que se atreven en ir al choque con él, sabedores de que llevan todas las de perder.
La prensa deportiva española “flipa” con el fenómeno gaditano, y se hace enseguida eco de la nueva perla que se gesta cada domingo en Carranza. Los grandes empiezan a “husmear” al gaditano, que apenas da crédito a lo que se empieza a gestar a su alrededor: “imagina como me sentía. En poco tiempo pasé de jugar en la cantera a que se hablara de mí en España, y se me hizo un poco cuesta arriba, sentía que cada vez tenía más responsabilidad”.
Como hemos comentado anteriormente, Botubot, además de ser recordado por ser un tanque infranqueable, lo es sobre todo por su profesionalidad, integridad y madurez. Pese a ser aún muy joven y a que su carrera crecía de forma exponencial, demostró tener la cabeza encima de los hombros, y se centró únicamente en jugar y continuar su progresión. Los resultados a su trabajo y tesón llegaron enseguida.
Clubes tan poderosos como Real Madrid, Zaragoza, Barcelona o Español llamaron a la puerta del gaditano, siendo finalmente el Valencia el que por medio de su secretario técnico, Pasieguito, se hiciera con sus servicios, percibiendo el club cadista nada menos que 25 millones de pesetas, una cifra astronómica para la época, y que venía a aliviar una penosa situación financiera. El fichaje tuvo lugar en el Hotel Calderón de Barcelona (en la concentración previa al partido que el Cádiz debía jugar al día siguiente) de forma muy atropellada. Los citados clubes peleaban entre sí por hacerse con el jugador, y el teléfono no dejaba de sonar con ofertas y contraofertas. Aceptada finalmente la propuesta de la entidad levantina, ésta prohibió al jugador, todavía bajo la disciplina amarilla, disputar la jornada de liga, algo que enfadó a un joven e impetuoso Botubot que se “comía” el césped, que sin embargo se resignó tras ser convencido por su entrenador, Enrique Mateos.
Su llegada sin embargo, al equipo che, no fue ni mucho menos tan exitosa como lo fue su fichaje. Por utilizar un eufemismo, digamos que su entrenador entonces, el paraguayo Heriberto Herrera, no lo recibió con los brazos abiertos. Era un jugador traído por el secretario técnico, no por él, y desde el principio dejó bien claro “que no era bien recibido, no había nada de feeling entre nosotros. En mi primer día, reunió a toda la plantilla, y me soltó delante de todos: `usted no vale 25 millones´. Los compañeros me hacían señas a sus espaldas para que callara y no respondiera. Tras esto, me dijo que me avisaría cuando me necesitara, y me tuvo dos semanas entrenándome en solitario”.
Cualquiera podría haberse derrumbado tras un recibimiento así, pero Botubot no era uno más. Entrenó cada día como si fuera el último, a la espera de que la fortuna le fuera más propicia, y muy pronto ésta le sonrió. Hasta el mismo Herrera tuvo que enmendar su error y alinearle, en un intento de enderezar un equipo que no estaba dando el rendimiento esperado. Tras la jornada 23, el sudamericano es cesado, y a partir de ahí, explota la figura de Botubot, comenzando así una etapa inolvidable de siete años y medio, en la que fue pilar básico del equipo para los muchos técnicos que fueron pasando por el Luis Casanova: Mestre, Marcel Domingo, Pasieguito, Alfredo Di Stéfano o Miljan Miljanic. Todo ello compartiendo vestuario con nombres de la talla de Mario Kempes, Arias, Carrete, Claramunt, Saura, Solsona, Subirats, Castellanos, Tendillo, Sempere…
La afición valencianista aún recuerda la sensacional pareja que formó junto a Tendillo en el centro de la zaga. A pesar de no ser ni zurdo ni lateral, sus últimos años en el club blanco los jugó en dicha posición. Su incombustible fuerza física y su colocación excepcional le permitían suplir cualquier defecto técnico y adaptarse a cualquier posición. Quienes le vieron jugar recuerdan con entusiasmo como Manolo recorría kilómetros y kilómetros sobre el verde, para desesperación de sus rivales.
Botubot colmó en el Valencia todas las aspiraciones que un jugador profesional pueda tener. A partir de 1979, enganchó tres títulos seguidos: Copa del Rey, Recopa y Supercopa de Europa, títulos que muy pocos gaditanos pueden presumir de haber conseguido y de haber sido pieza básica en su consecución. Aunque sin duda el día más importante en la carrera de Manolo se produjo el 21 de diciembre de 1978, cuando hizo su debut en partido oficial con la selección nacional: en Roma ante Italia. Botubot había sido un fijo en la selección sub21, y Kubala ya lo había llamado en varias ocasiones, en las que siempre se quedó en el banquillo pero sin llegar a debutar (sólo un mito como Migueli pudo taponar su proyección). No fue hasta entonces cuando saltó al campo vistiendo la camiseta roja, un día que el jugador jamás olvidará.
Tras siete temporadas y media, Botubot dijo por fin adiós a la que había sido su casa. El fútbol español atraviesa entonces por una aguda crisis de la que no se libran ni los más grandes. El Valencia intenta aliviar presupuesto y comienza a dar bajas a los jugadores más veteranos y con mayores fichas. Ilustres como Kempes, Carrete o Botubot entran en este “plan renove”. Botubot, para entonces, muy afianzado y establecido en la Comunidad Valenciana, decide continuaren ese rincón de España, y firma por tres temporada por el Castellón, que milita en Segunda División.
En su primera temporada en el cuadro blanquinegro, Botubot continúa demostrando su fortaleza y su fuerza, siendo titular indiscutible para su técnico, el húngaro Antal Dunai: “fue un gran entrenador, me hizo disfrutar mucho. Formó un equipo joven e hicimos un gran año”. Tras esta primera temporada, llegó al banquillo castellonense Roberto Gil, con el que Botubot coincidió algún tiempo en el Valencia. Entonces no hubo buena relación, pero hubiera sido un suicidio deportivo para el técnico no contar con el concurso del gaditano. En Castellón las cosas fueron distintas, y Manolo tuvo que verse por primera vez en su carrera deportiva relegado al banquillo. A resultas de esta situación, el club rescinde el contrato con el jugador.
Tras diez temporadas en el fútbol de élite, Botubot contempla su retirada, y se marcha a Cádiz a retomar su vida. De vuelta en su tierra natal, el zaguero se entrena en solitario, para no perder la forma, y Manolo Cardo, a la sazón, técnico del Cádiz, le pide que regrese a la que fue su casa, donde todavía podía aportar mucho. Habría sido sin duda el final feliz que la carrera de Manolo se merecía: retirarse vestido de amarillo. Sin embargo, había que salvar un pequeño escollo para el fichaje: “el presidente me firmaba si yo antes iba al Diario de Cádiz y concedía una entrevista para confirmar que estaba libre y que quería firmar por el Cádiz. Le di muchas vueltas durante la noche, me planté en el portal del periodista al que tenía que ver, pero una vez allí, me di media vuelta. Toda mi vida había basado mis éxitos en mis méritos deportivos, y yo no quería llegar al Cádiz de aquella manera, yo no quería entrar en ese juego, no lo necesitaba. Me sigue sorprendiendo y entristeciendo a la vez como ese tipo de historias y entresijos continúan todavía hoy en nuestro fútbol, y que nadie lo denuncie”.
Cuando ésta vez sí parecía que Botubot colgaba las botas, el Xerez llamó a su puerta, y le ofreció un contrato por dos años que el defensa aceptó. En la primera de las dos temporadas, en Segunda División, Botubot dio la enésima cátedra de colocación en el campo y potencia. Fue fijo en las alineaciones e incluso se permitió igualar sus mejores registros goleadores, con tres tantos. Sin embargo, no cumplió todo su contrato con la entidad azulina: “no me vi con fuerzas para continuar, no estaba nada cómodo con Naya, y decidí perdonar el año que restaba de contrato y marcharme”.
Se ponía así punto y final a uno de nuestros canteranos más ilustres, uno de los que más lejos ha llegado en el fútbol español, y de los pocos que han representado a nuestro país en su selección. Pero sobre todo, quedan para siempre su lealtad, su integridad como profesional, la consecuencia entre sus palabras y sus actos, una persona y un jugador íntegro de los pies a la cabeza, del que nunca se habló de él fuera de los terrenos de juego, y que bien puede ser un ejemplo para todos esos jóvenes gaditanos que empiezan en esto del balón.
ENTREVISTA.
En el otoño de 2004, le realizamos esta entrevista al que fuera jugador del Cádiz, Valencia y Castellón, sobre pasado, presente y futuro del club amarillo y sobre sus experiencias como jugador:
P. ¿Fue fácil tomar la decisión de irse del Cádiz? ¿Fue impuesta por el club?
R. "Fue impuesta, ya que el Cádiz necesitaba dinero para sanear en ese momento al Club, y yo encantado, tenía la oportunidad de salir de Cádiz y conocer otra ciudad y otro club, y aparte era mi oportunidad profesional."
P. ¿Sintió morriña cuando en el año que fue traspasado, el Cádiz consiguió su primer ascenso a Primera División? ¿Le habría gustado estar en el Cádiz esa temporada entera para vivir ese momento histórico?
R. "Sentí una gran alegría y me sentí feliz porque en cierta forma yo había contribuido en media liga a que el Cádiz subiera a 1ª División. Sí, me hubiera gustado, pero pienso que en la vida todo no se puede conseguir, unos empiezan...... y otros acaban... y eso me pasó a mí."
P. ¿Le impuso llegar a un vestuario con jugadores de la talla de Sempere o Kempes?
R. "Me impuso una enormidad, no por los jugadores y si por el entrenador que en aquel entonces tenía el Valencia C.F. (Heriberto Herrera). Yo llegué como un balón hinchado de ilusión, y este entrenador me marginó durante dos meses. Luego todo cambió, cogí la titularidad y todo fue muy bien."
P. ¿No le habría gustado retirarse en el Cádiz? ¿Porqué no lo hizo?
R. "Sí que me hubiera gustado, pero.... el fútbol a veces lo rigen muchos intereses y yo no entré por esos intereses."
P. ¿Cuál es el mejor recuerdo que tiene de su época como jugador?
R. "El día que firmé por el Valencia y el día que me llamó la Selección Española. Junto a los 8 años de experiencia que me dio Valencia y su gente. Cuando jugué el partido con Italia de la Selección Española y sonó el himno nacional, nunca lo olvidaré."
P. ¿Qué sintió cuando ganó la Recopa con el Valencia?
R. "Junto a jugar en la Selección Española, la culminación que tiene un profesional de ganar un título europeo y sentirse el mejor de Europa de ese año."
P. ¿Y cuándo fue convocado con la selección española?
R. "Como he dicho antes, por lo que lucha y trabaja un profesional, poder vestir y poder representar a tu país, esto me llenó de satisfacción. Llevar en mi pecho el escudo de España. Es por lo que creo que debe luchar cualquier profesional del mundo."
P. ¿Cuáles eran sus mejores virtudes y sus defectos como jugador?
R. "La condición física unida a la honradez que siempre he dado en el terreno de juego. Y mi defecto, quizás, jugar fuera de mi parcela. Me condicionaba mucho."
P. ¿Con quién mantiene mejor relación de los que fueron sus compañeros como jugador?
R. "Hay varios. Angel Castellanos, Rainer Bonhof, un jugador alemán con el que me llevaba de maravillas,.... pero en general suelo tener contacto con muchos, ya que en Valencia tengo algún que otro local de alquiler."
P. Hablando del actual Cádiz, ¿qué hay que hacer que el Cádiz vuelva a ser un equipo que luche por jugar entre los mejores?
R. "Pues hacerlo como lo está haciendo en estos últimos encuentros. Trabajando con la misma filosofía, luchar sin creer que ya se ha conseguido todo. Trabajar con la humildad que lo están haciendo, y dejar tranquilo al cuerpo técnico cuando las cosas no salgan lo bien que todos queremos. En una palabra..... “Fe” en los profesionales, y el que no sepa que se calle."
P. ¿Cómo vivió el verano de 2000 en que el club estuvo a punto de desaparecer?
R. "Con nervios y con pena. Pensé que lo que tanto nos había costado en el pasado se podía perder, y tantos recuerdos..... . Pero, llegó un señor de Córdoba, que no de Cádiz, que es lo que a muchos nos dolió, que habiendo tantos empresarios gaditanos, nadie excepto éste señor, apostó por el Cádiz C.F."
P. ¿A qué se dedica desde que dejó la práctica del fútbol?
R. "De algún local comercial de alquiler y otro negocio de mi mujer, una academia de baile, “Las Bayaderas”."
P. ¿No ha sentido el gusanillo de entrenar?
R."No tengo paciencia para tener que aguantar a algunos familiares de los jóvenes futbolistas. Pienso que si estos, dejaran a sus hijos disfrutar del deporte, a los jóvenes les fuesen mejor. También pienso que no todos los familiares son iguales, además bregar y enseñar hoy día a los jóvenes es bastante complicado."
Además, nos dejó una anécdota de lo más graciosa para el recuerdo: “En el aeropuerto de Londres, estaba buscando comprar una tableta de chocolate, cuando vi al masajista que estaba repartiendo las tarjetas de embarque. Le pregunté dónde podía comprar algo. Este me comentó que en el precio del billete estaba incluido todas las compras que quisiéramos hacer dentro del aeropuerto. Yo me volví loco. Pensé que sería una buena ocasión para regalarle a mis hermanos y padres. Esta oportunidad no la podía dejar pasar. Cogí un carrito de la compra y me puse a llenarlo de tabaco, ginebra, chocolates de cuatro o cinco clases, bolsas de regalos de colonia, en fin......Cuando voy a la cajera, y esta empieza a pasar los artículos por la caja pensé que esto era para darle de baja en el stockaje, y al rato le oigo decir algo como: dolars... Yo con cara de tonto le digo, ¡comoooooo¡, ¿dolars?, ¡no, no, no¡. Yo Italia. Yo jugador de fútbol.La cajera me miraba de manera anormal, yo intuí que algo raro pasaba. Le saqué mi tarjeta de embarque y mi pasaporte, y ella seguía con lo mismo: ¡dolars, dolars¡. Cuando desesperadamente me di la vuelta para encontrar ayuda de alguien y vi como yo era el centro de atención de todos los componentes del equipo español. Entonces me di cuenta de mi inocencia, y me tocó devolver todo a su sitio, y coger mi tableta de chocolate que era lo único que yo demandaba desde el principio.".
TRAYECTORIA FUTBOLISTICA.
Temporada 1976/1977 : Cádiz CF; Partidos 17 - Goles 0.
Temporada 1976/1977 : Valencia CF; Partidos 10 - Goles 0.
Temporada 1977/1978 : Valencia CF; Partidos 28 - Goles 0.
Temporada 1978/1979 : Valenica CF; Partidos 32 - Goles 1.
Temporada 1979/1980 : Valencia CF; Partidos 31 - Goles 0.
Temporada 1980/1981 : Valencia CF; Partidos 29 - Goles 3.
Temporada 1981/1982 : Valencia CF; Partidos 32 - Goles 3.
Temporada 1982/1983 : Valencia CF; Partidos 25 - Goles 1.
Temporada 1983/1984 : Valencia CF; Partidos 24 - Goles 0.
Temporada 1984/1985 : CD Castellón; Partidos 33 - Goles 1.
Temporada 1985/1986 : CD Castellón; Partidos 17 - Goles 0.
Temporada 1986/1987 : Xerez CD; Paritods 29 - Goles 3.
SUS DECLARACIONES A LAS PROVINCIAS POR EL 90 ANIVERSARIO DEL CLUB
"Vender jugadores es el futuro económico del club".
"No es fácil salir de la situación en que se ve inmerso el Valencia. Una de las soluciones que puede adoptar el club es vender a jugadores emblemáticos. Ese es el futuro económico del Valencia, aunque todo tiene un precio y está claro que el estadio a lo mejor no se llena igual. Pero ya en otras épocas hemos tenido que sacrificar a las grandes estrellas y el Valencia siempre ha salido adelante. Para el club viene una época muy dura y los que peor lo pasan en estos casos son siempre los aficionados. Esto es una pena."

jueves, 11 de junio de 2009

ANGEL CASTELLANOS.


FECHA DE NACIMIENTO: 15 de Noviembre de 1954.
LUGAR DE NACIMIENTO: Miguelturra (Ciudad Real).
NOMBRE COMPLETO: Ángel Castellanos Céspedes.
DEMARCACION: Centro Campista Defensivo.
EQUIPOS: Manchego, CE Sabadell, Terrassa CF, Granada CF.
INTERNACIONALIDADES: 3 Veces.
BIOGRAFIA.
Ángel Castellanos ha representado para muchos la evidencia de que el fútbol es un arte esotérico, de claves reservadaas a los especialistas. En apariencia se trataba de un jugador lento y limitado, cuyo peculiar regate en el circulo central levantaba siseos de alarma. Para nueve entrenadores consecutivos fue titular indiscutible, y es justo señalar que siempre contó con un sector ruidoso e incondicional de partidarios.Tres partidos a tiempo parcial en el Sabadell le bastaron para ir al Granada, primero como interior titular, luego de central cada vez menos fijo. En el intermedio, Kubala le dio tres internacionalidades, incluida una victoria en Glasgow que marcó el punto más alto de su cotización. El Valencia millonario de la temporada 1977 pensó que traía a un defensa intratable. Tras varios partidos aciagos, descubrió que no había comprado un 5, sino un 6, y Botubot tuvo que hacerse cargo a toda prisa del eje zaguero para evitar males mayores.De 6 se quedó Castellanos otras nueve temporadas. Al contrario de la fama que se creó no era un jugador duro. Posiblemente batió el récord de faltas en una temporada, pero en su mayoría se trataba de planchas y codazos, que son las infracciones de quien rehuye el choque directo. Alguna vez sí entraba al hombre, si era provocado. En particular, una entrada al realista Larrañaga, casi un gemelo en artes e historial, podía haber dado lugar a diligencias de oficio.Por delante de la defensa obstruía el ataque contrario con un trote premioso pero incansable. Su jugada favorita consistía en atraer a los contrarios al círculo central, dedicarles un giro torero que podía alcanzar los 720 grados y jugarla en corto hacia alguno de los compañeros que acudían al quite. En honor a la verdad perdió la pelota muy pocas veces, muchas menos que las extrasístoles que provocó en los espectadores sensibles. Salía a uno o dos goles por año, casi todos similares: avance en espiral, con una o varias ejecuciones del 'rizo Castellanos', y tiro raso desde el borde del área. Seguía una celebración eufórica campo a través, que amenazaba con continuar por la Avenida de Suecia.Su penalty en la tanda de la final de la Recopa de Europa entró tras dar en el larguero muentras muchos cerraban los ojos. También marcó en la Supercopa de Europa, pero fue de un manotazo para evitar a Shilton, que salía como un tren. Castellanos entró tras el balón tan contento que hizo dudar al árbitro de si aquello estaría despenalizado. Igual sucedió al que le vio coger la pierna de un rival y empujar la pelota con ella para enviarla fuera. Castellanos recibió la baja con el descenso. Se quedó en Valencia, absolutamente integrado, y, a decir de cuantos le han tratado, es un hombre ocurrente y muy simpático.
SUS NUMEROS EN AL VALENCIA CF.
Temporadas en el Valencia CF: 10 Temporadas desde la 1976/1977 a la 1985/1986.
Minutos Jugados: 22562.
Partidos Jugados: 273.
Partidos Titular: 254.
Partidos Reserva: 19.
Goles Marcados: 10.
Tarjetas Amarillas: 37.
Tarjetas Rojas: 3.
SELECCION NACIONAL.
Fue internacional con la Selección nacional de fútbol de España tres partidos. Su debut se produjo el 25 de septiembre de 1974 ante Dinamarca en Copenhagen ganando el combinado español por uno a dos.
TITULOS CON EL VALENCIA CF.
Copa del Rey: Valencia CF, Temporada 1979.
Recopa de Europa:
Valencia CF, Temporada 1979/1980.
Supercopa de Europa:
Valencia CF, Temporada 1980.

miércoles, 10 de junio de 2009

PEPE CERVERO.

FECHA DE NACIMIENTO: 3 de Septiembre de 1949.
LUGAR DE NACIMIENTO: Real de Montroy.
NOMBRE COMPLETO: José Cerveró San Braulio.
DEMARCACION: Lateral Derecho.
EQUIPOS: CD. Mestalla.
INTERNACIONALIDADES:

BIOGRAFIA.
Hubo tiempos abundantes de hombres de la casa, madurados en la trastienda, que durante un buen número de años servían con más eficacia que protagonismo y desaparecían sin ruido al bajar su rentabilidad. Uno de sus últimos representantes fue José Cerveró, titular durante cinco temporadas y media y primer recambio durante otras tres. Mestre le había dado el lateral izquierdo del Mestalla, quetándoselo a un jugador de características opuestas, elegante y ofensivo, como era Ripoll. Después, ningún entrenador le retiró la confianza.Cerveró era un jugador macizo, patilludo, con un centro de gravedad resistente que le permitía no ceder ni un centímetro en las cargas. En su mayor virtud, que era la regularidad, radicaba también su mayor defecto, pues ni para bien ni para mal dejó jugadas imperecederas en las retinas. Le daba igual una banda que otra. En las dos se conectaba a su par como un remolque y le entorpecía en todos los sentidos de la circulación.Más duro de lo que su aspecto sugería (durante buena parte de su carrera intentó asilvestrarlo con un bigote de brocha gorda), ni renombres ni tamaños intimidaban sus cortes. Con el balón controlado era consciente de sus limitaciones y lo jugaba de la manera más sencilla, sin comprometerlo en aventuras. Tal vez hizo su mejor partido en la final de Copa victoriosa de 1979, teniéndoselas tiesas con el madridista Roberto Martínez, cada una de cuyas piernas igualaba el tamaño de Cerveró.Aunque ejerció la capitanía en un equipo de estrellas, se desenvolvió al margen del divismo, feliz de vivir en Alfarp y acudir al trabajo gratificantemente todos los días. Tras su retirada se convirtió en entrenador, dejando su marca de combatividad y espíritu práctico en casi todas las categorías inferiores, como en el UD Alzira, al que entrenó en Segunda B.
SU TRAYECTORIA EN EL VALENCIA CF.
Temporadas en el Valencia CF: 9 Temporadas desde la 1973/1974 a la 1981/1982.
Minutos Jugados: 18884.
Partidos Jugados: 218.
Partidos Titular: 212.
Partidos Reserva: 6.
Goles Marcados: 2.
Tarjetas Amarillas: 16.
Tarjetas Rojas: 1.

domingo, 7 de junio de 2009

VICENTE PIQUER.


FECHA DE NACIMIENTO: 24 de Febrero de 1935.
LUGAR DE NACIMIENTO: Algar del Palancia (Valencia).
NOMBRE COMPLETO:Vicente Piquer Mora.
DEMARCACION: Defensa Central.
EQUIPOS: Segarra, CD Mestalla, Sagunto, Málaga CF.
INTERNACIONALIDADES:
BIOGRAFIA.
Vicente Piquer era un zaguero recio, con un cuello de todo apenas más estrecho que los hombros y una mirada fija que encogía al extremo por sí sola, cuyas narices parecían echar humo detrás de la pelota. En realidad, el ser marcado por Piquer no era plato de buen gusto para nadie. Fue, sin duda, el lateral que más veces y mejor secó al madridista Gento durante casi una década. El zaragocista Lapetra, que venía de ser asfixiado en un partido de Liga, no se calló lo que le alegraba verle de paisano por una originalidad de Mundo en la final de la Copa de Ferias.Comenzó como medio de talante defensivo, con muchísimo fuelle para cubrir su zona, que apoyaba el ataque mediante impulsos un tanto rudimentarios. No era un hombre de exquisiteces, ni siquiera de miramientos con el contrario, y, aunque aún no habían inventado las tarjetas, su apellido era bien conocido en el Comité de Competición. Con una técnica elemental, durante mucho tiempo flojeó en las entregas e incluso en su época más experta rifó sin contemplaciones al menos apuro.Internacional B, se había olvidado de la selección en la que se llevaban los abalorios cuando se encontró de titular ante Francia. Luego sonó para el Mundial 62, como Mestre, sin que los laterales que acudieron los mejorasen para nada. Un año más tarde empezó a menguar en velocidad y cintura, que nunca había tenido de bailarín de claqué. Como ha ocurrido con otros muchos veteranos ilustres, parte de la grada no aceptó la rebaja y reclamó su jubilación anticipada.Piquer, que no andaba sobrado de paciencia, lo llevó tan mal como sus suplencias intermitentes (aunque presume de que nadie le quitó el puesto más de cuatro partidos consecutivos). Tras la baja eligió entre sus ofertas y se fue al Málaga, con Domingo Balmanya. En la actualidad es una de las almas de la Asociación de Veteranos, aliado a Mestre bajo la dirección espiritual de Asensi.
SU TRAYECTORIA EN EL VALENCIA CF.
Temporadas en el Valencia CF: 9 Temporadas desde la 1956/1957 a la 1964/1965.
Minutos Jugados: 17550.
Partidos Jugados: 195.
Partidos Titular: 195.
Partidos Reserva: 0.
Goles Marcados: 4.
Tarjetas Amarillas: 0.
Tarjetas Rojas: 1.

viernes, 5 de junio de 2009

JOSE ANTONIO RIUS TARREGA.


FECHA DE NACIMIENTO: 17 de Septiembre de 1928.
LUGAR DE NACIMIENTO: Alaquás (Valencia).
NOMBRE COMPLETO: José Antonio Rius Tarrega.
DEMARCACION: Interior Izquierdo.
EQUIPOS: RCD Mallorca, Granada CF y Veteranos del Valencia CF.
INTERNACIONALIDADES:

UN PEQUEÑO RECUERDO
El ex jugador del Granada Antonio Rius Tárrega ha fallecido a la edad de 80 años. Jugador muy carismático y querido por la afición granadina, militó como rojiblanco en las temporadas 55/56, 56/57, 57/58, 58/59 y 59/60.
Disputó un total de 125 partidos con el Granada CF en los que marcó 42 goles
Nacido en Alaquas (Valencia) el 17 de septiembre de 1928, este interior izquierda formó parte del once inicial en el partido que supuso el ascenso del 'histórico' a Primera División en la temporada 56/57. El resultado fue de 1-3 a favor del Granada, con esta alineación: Piris, Molina, Suárez, Pérez Andreu, Galvis, Baena, Vidal, Ríos, Igoa, Rius y Navarro. José Luis Entrala, definió a Antonio Rius «como un valenciano que provocó quizá por única vez, que la asamblea de socios felicitara a la directiva por el acierto de su fichaje. Rius fue un jugador entregado al club, con pulmones de acero y facilidad goleadora. Su partido homenaje con llenazo en Los Cármenes, demostró el cariño de la afición».
SOLO JUGO EN LOS VETERANOS PERO PARA MI FUE UN GRAN ORGULLO SER SU SOBRINO, Y HABER PASADO BUENOS MOMENTOS CON EL, QUE FUE UN GRAN JUGADOR DE FÚTBOL QUE TUBO QUE EMIGRAR PARA TRIUNFAR, Y UN GRAN HOMBRE MUY QUERIDO POR TODOS LOS SUYOS Y AQUELLOS QUE TUVIERON LA GRAN SUERTE DE CONOCERLO.
UN PEQUEÑO REGALO DE TU SOBRINO PACO. AQUEL QUE CUANDO TU FUISTE PRESIDENTE DEL ALAQUÁS ME COJIAS A LA PUERTA DEL CAMPO Y DECÍAS AL PORTERO "ESTE ES EL MEU XERMA XICOTET".
MUCHAS GRACIAS Y GRAN SUERTE LA MÍA, DE SER PARTE DE TU FAMILIA.

miércoles, 3 de junio de 2009

SIXTO ARTURO CASABONA MARTINEZ "SIXTO"



FECHA DE NACIMIENTO: 8 de Enero de 1962.
LUGAR DE NACIMIENTO: Valencia.
NOMBRE COMPLETO: Sixto Arturo Casabona Martínez.
DEMARCACION: Delantero Centro.
EQUIPOS: CD Mestalla, Elche CF, Palamós.
INTERNACIONALIDADES: Ninguna.

BIOGRAFIA.
Es difícil determinar el punto de inflexión por el que la carrera de Sixto Casabona, con todos los requisitos para ser brillante, se quedó en simplemente estimable. Su marca de un gol cada dos partidos y medio es excelente para la época que vivió, de vacas extremadamente flacas, y sus contribuciones como extremo con cuerpo, velocidad, disparo y carga eléctrica, no pasaron más altibajos que los comunes a la especialidad.
Nada más llegar sorprendió ejecutando los penalties sin el menor miedo escénico y suyos fueron los primeros cinco goles de la Liga del 86, incluido un hat-trick al Celta. Luego se dio prioridad a Sánchez Torres, que traía licencia de importación, y el Valencia se fue al purgatorio. Allí Sixto mantuvo sus promedios goleadores con otros cinco puntas, tan alternados por parejas que todos acabaron con crisis de identidad. Estaba maduro para asumir responsabilidades en Primera, pero, antes del reestreno, fue expedido al Elche, donde hizo 21 goles y volvió a ascender. Luego pasó a un excelente Palamós apalancado en Segunda, y se ganó una llamada a la élite que nunca llegó. Tras su retirada regresó al Valencia CF como técnico de la escuela, donde impartió clases durante años.
Sixto Casabona Martínez falleció el 10 de Octubre de 2004 en Alicante, a los 42 años de edad, a causa de una larga enfermedad.

SUS NUMEROS EN EL VALENCIA CF.
Temporadas en el Valencia CF: 3 Temporadas. desde la 1984/1985 a la 1986/1987.
Minutos Jugados: 2101.
Partidos Jugados: 35.
Partidos Titular: 20.
Partidos Reserva: 15.
Goles Marcados: 9.
Tarjetas Amarillas: 3.
Tarjetas Rojas: 0.

SU ESTAPA EN EL ELCHE CF.
A Elche llega en la 87-88, temporada del último ascenso a Primera del club. El equipo, dirigido por Felipe Mesones, comenzó la Liga dubitativo y cosechando muchos empates pero, poco a poco, la sociedad formada por Claudio y Sixto, secundados por Bracun fue empezando a funcionar y a dar goles. El atacante valenciano anotó 21 goles en esa campaña y convirtió en habitual el cántico de ‘Sixtogol’ en las gradas del Martínez Valero.
La temporada siguiente militó con el Elche en Primera División. Una operación de pubis le impidió hacer la pretemporada y postergó su entrada en el equipo, una vez incorporado sólo pudo colaborar con 3 goles, el Elche descendió.
Con el descenso a Segunda llegaron los cambios, Luis Costa se hizo cargo del equipo y concedió la baja a jugadores como Sixto o Bracun, además Claudio se marchó al MallorcaEl Elche CF y su afición guardaron un respetuoso minuto de silencio tras su fallecimiento, la familia envío al club una carta de agradecimiento.

SU ETAPA EN EL PALAMÓS CF.
El punta valenciano, tras ser descartado, se desvinculó del club pese a tener un año más de contrato. Se marchó al Palamós, recién ascendido a Segunda División. Esa campaña los caminos de Sixto y del Elche se cruzaron, el valenciano hizo lo que mejor sabía, anotar un gol contra su ex-equipo. Siguió marcando goles con el Palamós, 13 en las dos campañas que militó en el club de la Costa Brava, pero nunca alcanzó los veintiuno que anotó con el Elche.
Tras su etapa en el Palamós desconozco donde fue a jugar, parece ser que finalizó su carrera en el Atlético Vallbonense, donde coincidió con otro ex del Elche, Luis Gil, quien por aquella época era juvenil.
Tras su retirada fue técnico de la Escuela de Fútbol del Valencia CF, también formó parte de la asociación de veteranos del club ché.
CARTA DE AGRADECIMIENTO DE LA FAMILIA AL ELCHE CF.
Sixto tiene ahora la paz que necesitaba, pero el espíritu nunca muere y su recuerdo en nuestro corazón tampoco. Desde que hace tres años se detecto su enfermedad , la prioridad de Sixto fueron sus hijos, Sixto y Sergio y pensar en recuperarse para poder seguir viviendo su pasión por el fútbol.
En Elche Sixto paso unos años felices tanto en lo profesional como en lo personal, aquí nació su primer hijo y siempre llevo a gala que fuera ilicitano.
Siempre pendiente y satisfecho de los éxitos del club , también sintiendo los malos momentos. Desde arriba estará feliz viendo la reacción de sus compañeros, de sus amigos, de la prensa deportiva... como todos os volcasteis en su recuerdo y en arropar a su familia , para mi madre y para sus hijos me consta que ha sido una dulce satisfacción en un triste momento.
Estos días nos habéis ayudado recordando su amistad , su personalidad, su pasión por el fútbol, en casa le llamábamos “enciclopedia del balón”, recordando también sus mejores momento deportivos ....
Sixto tiene ahora la paz que necesitaba, pero el espíritu nunca muere y su recuerdo en nuestro corazón tampoco. Por parte de la familia Casabona, al Elche CF. , peñas, prensa deportiva, a la afición...a todos.
SUS AMIGOS de Elche de todo corazón GRACIAS.
Isabel Casabona Martínez y familia.
Alicante 21 de octubre de 2004.
CARTA DE UN AMIGO A SIXTO.
CON UN POCO DE SUERTE.
El 22.10.2004 falleció a los 42 años de edad y víctima de un cáncer de pulmón el exfutbolista del Valencia CF, Sixto Casabona.
Para la inmensa mayoría, Sixto fue, es y será un desconocido. Para los gourmets del fútbol, Sixto ha sido uno de los futbolistas con más duende que hemos conocido. Breve y efímero. Jugó con el Valencia en Segunda y algunos partidos en Primera. Luego se fué al Elche y colaboró en el último ascenso de los ilicitanos a Primera formando delantera con Claudio Barragán.
El día que conocí al Viejo Casale, al gran Rafa71, la triste historia de Sixto Casabona puso un punto de emotividad a nuestra conversación. Esto puede que sea inexplicable para quienes no sean aficionados al fútbol pero es así.
Hoy me tomo la licencia de colgar el extraordinario relato de un escritor valenciano, Carlos Marzal.
Crónica de una amistad.
Por todos los Sixtos. Por todos los amigos que faltan.
Con un poco de suerte.
In memoriam Sixto Casabona.
Con un poco de suerte aquel verano –el último verano verdadero de la violenta y desconcertada juventud- habría podido ser el mejor de nuestras vidas.
Ninguno de nosotros sabía por entonces que nos estábamos despidiendo de algo. Ninguno hubiese dicho que estábamos diciendo adiós a una parte de nosotros mismos que ya no volvería, pero el caso es que así fue. Algo se marchó para siempre: sin previo aviso, sin levantar la mano para saludar desde la borda del barco que se aleja, sin una nota con su breve explicación que nada explica.
Las despedidas –eso lo aprendí más tarde- no consisten por regla general en un acto concreto, no son un hecho al que podamos atribuir su lugar, su fecha y sus protagonistas. Son un proceso, un transcurso. Uno está despidiéndose de las cosas, de las personas, de casi todo, durante casi siempre. Hasta que descubre que ya no están. La prueba de que sucede de ese modo es que cada cual tiene la certeza de que los veranos ya no son iguales a los de antes: la luna de las noches es menos anaranjada, y el jazmín aturde menos, y la piel no se electriza con la misma fuerza, y el amanecer nos sorprende a todos más cansados. No podemos decir cuándo perdimos el verano, pero lo cierto es que lo hemos perdido. No sabemos decir cuándo el verano se perdió de nosotros, pero la verdad es que no hemos vuelto a tener aquella sensación de ser invulnerables. Algo así creo que nos pasó a todos durante aquel verano de nuestra juventud.
Con un poco de suerte podríamos haber ganado, por ejemplo, el campeonato de fútbol de Portacoeli. No me estoy tomando una licencia narrativa si digo que éramos un gran equipo de juveniles. Un equipo de veraneantes formado con los viejos amigos de la urbanización, y con los amigos de los amigos, y con los conocidos de los conocidos. Todos jugábamos al fútbol durante el invierno en buenos equipos de la primera división juvenil. Quique Bru y Nacho Pérez lo hacían en el Mestalla. Rafa Guillot, José Enrique Checa, Vicente Alegre, yo mismo, en el Burjasot. Y nuestra estrella, Sixto, en el Valencia. El Valencia juvenil de Tendillo y Sixto Arturo Casabona Martínez, que era como lo llamábamos cada vez que nos daba por beber más de la cuenta, con aquel nombre suyo que podría haber servido para un generalato o para un galán de culebrón caribeño. Sixto Arturo Casabona Martínez. Durante el resto del año muchos de nosotros éramos rivales en la liga, incluso en el mismo grupo del campeonato provincial, pero cuando llegaba julio formábamos nuestro equipo de verano, para participar en los torneos de El Plantío, La Eliana y Portacoeli.
Hubo un momento en los inviernos en que nos reuníamos casi todos en la urbanización los fines de semana, y el domingo cada cual se iba a su partido. Yo dormí muchos sábados en casa de Sixto, y Sixto en la mía. Al día siguiente cogíamos su Vespa de color butano y nos íbamos a Valencia. El me dejaba de paso en Los Silos, el campo del Burjas, que era como llamábamos al Burjasot los entendidos, los que estábamos en el secreto, y él seguía hacia la ciudad.
Con un poco de suerte, Sixto hubiese podido ser no sólo el jugador profesional que fue, sino en concreto el que todos los que lo conocimos sabíamos que era. Después de aquel verano lo ascendieron al Mestalla de Tercera División, y al poco al primer equipo del Valencia. Había tenido madera de estrella desde que pudo calzarse unas botas de fútbol. Era inteligente, astuto, rápido, como muchos, pero poseía una cualidad de la que no disfrutaba casi nadie: el don. El don -ya lo sabes, quienquiera que seas- es lo que distingue a los sudorosos y esforzados trabajadores, de los ingrávidos artistas. Lo que diferencia a la marinería, del almirantazgo. A los que se postulan para la elección, de los auténticos elegidos. El don. Sixto lo tenía. Y no se puede decir más.
Sixto tenía el don: lo derrochaba. A lo largo del tiempo me he encontrado con muchos otros individuos que también poseían su don. El don de la escritura. El don de la palabra para el engatusamiento de los demás. El don de la belleza. El don de hacer dinero. Distintas personas y distintos dones. Quien tiene el don suele saberlo, y si la suerte lo acompaña puede llegar a convertirse en un virtuoso. Creo que Sixto no llegó a ese extremo, pero en mi memoria está fijado como si lo hubiese sido, porque yo lo vi la tarde de San José en que le marcó aquel gol al Barcelona en el campeonato nacional de liga.
Recibió el balón en la banda izquierda, lo bajó al suelo con el pecho, inició la carrera, regateó a dos contrarios a medida que se desplazaba hacia la derecha, camino de la portería, y antes de llegar al borde del área enganchó un chut seco, con trayectoria a media altura, que entró pegado a la cepa del poste contrario. Zubizarreta, durante las pesadillas que asaltan a los porteros después de su jubilación, y en donde vuelven a recibir uno por uno todos los goles que les marcaron desde el día de su debut, aún anda buscando ese balón de Sixto. Así era como solía marcar los goles en nuestro equipo de circunstancias, y así era como deberíamos haber vencido en el campeonato de Portacoeli aquel verano.Habíamos ganado ya el de El Plantío y el de La Eliana y estábamos convencidos de que nos llevaríamos el tercero. En realidad nos habíamos paseado triunfalmente bajo los tilos. Más que a una guerra habíamos asistido a unas cuantas ceremonias de rendición incondicional en las que nos lucíamos haciendo alardes.
Puede que exista el jugador a quien no le guste deshacer a su contrario, pero a mí me encantaba. Éramos jóvenes, y la juventud es eso: prepotencia, jactancia, y la sensación de ser inconquistables. A mí me encantaba golear a los equipos contrarios. Era como si les estuviésemos diciendo en el único idioma posible: Esto es lo que os pasa por atreveros con nosotros. Era como si estuviésemos advirtiendo a los rivales futuros: Esto es lo que os va a pasar cuando la mala suerte os depare que os enfrentéis con nosotros. Por aquel entonces se lo había escuchado a Joe Frazier: lo que un boxeador quiere es el corazón de su enemigo. Y yo me sentía así: un joven boxeador elástico que les arrancaba el corazón a los once rivales del equipo contrario.
Me imagino que algunos jugaban por el mero placer de jugar, y que otros lo harían para satisfacer la orgullosa afición de sus padres. Alguno habría que no supiese exactamente por qué razón jugaba al fútbol: por la inercia de hacerlo, porque éramos una pandilla de amigos que practicaba durante los veranos la religión del deporte. Por lo que a mí respecta, yo jugaba por Marga. Jugaba por ganar, jugaba para comer el corazón de los rivales, jugaba porque me gustaba el placer de jugar, pero sobre todo jugaba por Marga. Sin esa razón todas las demás me traían sin cuidado. Marga estaba en la banda como una más de nuestras chicas, y yo jugaba por y para ella. Claro que amaba el rito de entrar en el vestuario y ver la camiseta, las medias y el pantalón doblados. Por supuesto que amaba vendarme los tobillos lentamente, después de haberme dado linimento Sloan, ponerme las espinilleras y atarme las medias por debajo de la rodilla con un cordón. Amaba más que casi ninguna otra cosa el ruido que hacían los tacos metálicos de las botas en el túnel de los vestuarios, unos instantes antes de saltar al campo, mientras calentábamos y nos gritábamos consignas insensatas. Aquel ruido era como el de la lluvia armónica sobre un tejado construido con el material de ser felices. Amaba el olor a hierba recién segada y húmeda que te invadía los pulmones en cuanto pisabas el césped. Amaba el eco grave del balón al golpearlo. Amaba los tumultos tras el gol: aquellos amontonamientos jubilosos que nos estremecían. Sí, amaba todo aquello, pero sobre todo amaba a Marga.
Con un poco de suerte Marga me hubiera amado a mí también. Sin embargo estaba demasiado ocupada en otras cosas, demasiado distraída de todos nosotros como para amar a alguien en concreto. Marga tenía su don. Su don en grado sumo. El don de la belleza. La belleza cruel, diría yo, aunque eso lo diría ahora, muchos años más tarde. Era una criatura que se sabía bella, a la que le gustaba saberse así y que disfrutaba con el ejercicio de su poder.
Después de aquel verano he observado el uso de distintos poderes y creo que el más enigmático es el poder de la belleza. Se trata de un enigma porque es en todo azaroso, una aleatoria combinación de inextricable información genética. Se trata de un enigma, sobre todo, porque es un poder que puede someter a todos los restantes. La belleza hace que pierdan el seso los poderosos de este mundo. Supongo que la embriaguez que produce ese don a quien lo posee es el de saber que puedes arrancar el corazón de tu rival. Supongo que, en el fondo, es un don de naturaleza pugilística, como casi todos los dones, la manera de decirles a quienes se cruzan en tu camino: Aquí estoy yo, y voy a hacer contigo lo que quiera. Aquí estoy yo y sé que eres mi esclavo.
Marga podía haber hecho de mí lo que hubiese querido, igual que hacía de todos nosotros lo que le daba la gana. La conocíamos desde siempre. Era Marga, la vecina de allí al lado, la niña de otros veranos. Una de tantas niñas de la urbanización, una de las que montaba en bicicleta por las calles por donde nosotros íbamos en moto. Una de las chiquillas que formaban parte de la marabunta de chiquillas que seguían nuestros partidos, pero a quienes no mirábamos. O a quienes no mirábamos como solíamos mirar a nuestras chicas.
Hasta que llegó aquel verano de nuestra poca suerte y Marga había pasado a ser la criatura más hermosa que nunca habíamos visto en el mundo. Porque la urbanización, aunque supiésemos que no constituía el mundo entero, sí que representaba la mejor parte de él, el único mundo dentro del mundo que nos interesaba. Y en aquel mundo privado, diminuto y feliz ejercía Marga su poder fanático sobre todos los miembros del equipo. Sobre todo el equipo y sobre todos los miembros, diría hoy con un chiste de baja estofa del que entonces habría sido incapaz, porque el amor, por entonces, era cualquier cosa menos un chiste.
El amor era lo que me hacía salir de casa a las cuatro de la tarde, bajo el sol déspota, para rondar su chalet y aventurarme a encontrarla durmiendo la siesta en una hamaca, mecida por su propio viento. El amor era lo que me hacía tartamudear cada vez que procuraba dirigirme a ella con alguna estupidez adolescente, por el simple placer de estar hablándole. Era lo que me mantenía en vilo la imaginación durante el resto del tiempo en que no la veía, y que era casi todo el tiempo: un tiempo ingrato. Lo que me hacía jugar al fútbol. El amor era lo que me hacía saltar al campo con el mismo espíritu de los gladiadores: dispuesto a derramar la sangre propia y la de los demás. El amor era la única tarea seria en que me ocupaba. Leía libros. Soñaba en secreto con escribirlos algún día. Fantaseaba de una manera vaporosa con convertirme en una suerte de deportista escritor o de escritor deportista. Un escritor por el amor de Marga: su poeta, su cuentista, su historiador encandilado. Un deportista por el amor de Marga: su campeón, su goleador, su inconquistable. Hoy puede que suene a chiste, pero entonces le hubiera partido la cara al que se hubiese reído de mí. Sin embargo, lo que ahora me convierte en un chiste –como muy bien adivinas, quienquiera que seas, dondequiera que leas este relato- es hacer un chiste sobre el amor, sobre mi viejo amor salvaje.
Marga había nacido aquel verano, aunque hubiese nacido diez y seis años atrás. Se nos había revelado aquel verano. Había salido de su crisálida y se paseaba entre nosotros como un monarca en los jardines de su residencia estival. Aunque era la nueva adquisición de la pandilla, en realidad nos había adquirido a todos nosotros, nos había concedido graciosamente la condición de siervos.
Antes de su metamorfosis yo había asistido a algunas transformaciones femeninas de verano. Niñas del verano anterior que encontraba convertidas en adolescentes rotundas al año siguiente. La hermana de algún amigo, que pasaba de ser una pelmaza a ser una pelmaza a la que le mirábamos las tetas y el culo. La hija de algún amigo de mis padres, que se convertía por obra y gracia del cartomante del tiempo en una presencia con volumen propio, cuando hasta la fecha no había sido más que una oquedad con nombre conocido. Sin embargo la mutación de Marga pertenecía a un fenómeno distinto. En mi delirio de amor se trataba de un alumbramiento angelical. De un advenimiento mitológico. Marga se había convertido en una criatura perfecta, con su melena rubia, sus enormes ojos almendrados, su delicada nariz esculpida a cincel por las manos más sabias y su boca carnosa, que siempre parecía perfilada y pintada con el más rojo de los carmines, porque en realidad lo estaba. Una criatura más alta que el resto de nuestras amigas, con unas tetas minerales del tamaño de las de nuestras madres más tetudas, y con unas piernas infinitas e infinitamente morenas que se perdían por debajo de su cintura de reloj de arena. Marga solía pasearse por la calle con un tanga diminuto y zapatos de tacón.
Nosotros estábamos tirados a la sombra, en una esquina, ociosos como siempre, alerta como siempre, excitados como los perros en celo que éramos siempre. Las esquinas de la urbanización eran nuestro hogar. Aparcábamos las motos en la acera y nos tumbábamos como largatos a no hacer nada. Éramos artistas del dulce hacer nada. Teníamos nuestras esquinas de mañana, de tarde y de noche. Nuestra esquina para beber. Nuestra esquina para fumar, nuestra esquina furtiva para hacer partidos de pedos en lo oscuro, provistos de gaseosa, cerillas y pantalón vaquero, el único que no se quemaba al incendiar nuestras ventosidades de metano. Eso es la juventud, eso era: vagabundeo, ansiedad, falta de perspectivas, exceso de fuerzas. La veíamos cruzar la calle con su bendito contoneo mefistofélico, sin dirigirnos ni una miserable mirada, y diez minutos después ya estábamos en la piscina de alguien, haciendo largos para aplacar a nuestro pobre perro caliente, a nuestro pobre perro feliz de infelicidades, a nuestro pobre perro enamorado. Eso es la juventud. Eso era. Cuando Marga empezó a venir a los partidos se creó entre nosotros una suerte de clima del fin del mundo. Es el clima de los desesperados. De los desesperadamente felices. De los que se figuran que no habrá mañana y que deben resarcirse de inmediato. Después de aquel verano lo he percibido en muchos otros lugares. El clima de las nocheviejas, el clima de la última juerga de ciertos congresos, el clima moral de los enfermos graves que han escapado a su dolencia. Nos volvimos locos. Con Marga jugamos como nunca. Parecíamos un equipo de estrellas. Un equipo de estrellas en su puro significado astronómico: estrellas que se relamían en su propio brillo antes de apagarse sin esperanza. Perros locos de atar que se pensaban incandescentes astros luminosos.
Pero a decir verdad Marga no vino por ninguno de nosotros. Vino con Adolfo, el hermano de Santi, nuestro interior derecho. En aquellos tiempos Adolfo no sólo tenía una pésima leyenda en los anales de la urbanización, sino también un pormenorizado historial delictivo. Nosotros éramos unos burgueses críos ociosos durante los meses de vacaciones, pero Adolfo era un vago a jornada completa durante el completo año.
Mi padre nunca fue partidario ni de las arengas domésticas ni del fútbol, ya fuera profesional o amateur. Solía tomarme el pelo diciéndome que le hubiese desagradado profundamente que le hubiera gustado. Pero me dijo un día con la voz de los asuntos graves, con esa voz que no consistía en un consejo, sino en una orden inapelable del alto mando: No quiero verte con Adolfo. Y claro está, yo le dije: No tienes de qué preocuparte, papá, yo no voy con Adolfo. Pero la verdad es que sí que iba, porque Adolfo ejercía sobre todos nosotros un misterioso magnetismo planetario. En aquellos días Adolfo era un camello de cierto empaque, un intermediario de intermediarios, camino de convertirse en un considerable mayorista. Lo que se dice una mala compañía rodeado de malas compañías. A Adolfo y a sus colegas yo los frecuentaba cuando me daba un garbeo por casa de Santi durante mis eternas desocupaciones de zángano veraneante. Aquella casa significaba para los golfos y las calamidades lo que el santuario de Fátima para los tullidos, los desesperados y los enfermos: un lugar de peregrinación y acogida. Sus padres nunca estaban –vivían en Valencia, trabajando a destajo- y Adolfo había convertido el pequeño chalet familiar en un asilo para maleantes y en un economato de la droga. Recuerdo la vez aquella en que llamaron a la puerta una mañana y vi aparecer en el comedor de casa de Santi a dos colegas de Adolfo con la cara descompuesta, mitad de estupor, mitad de éxtasis. Acababan de atracar una farmacia. Dejaron las pistolas encima de la mesa y me imaginé que estaban aún calientes. Seguro que no las habían utilizado, pero yo las pude sentir calientes. Lo juro. Acero al rojo vivo. Después vaciaron el botín encima de la mesa, y cada cual se sirvió cuarenta y tantas gotas de un cóctel de cloruro mórfico y Haloperidol en un café, la dosis de mula de anestésicos que los médicos prescriben en casos de roturas severas, amputaciones y crisis de conciencia. Mano de santo para adormecer el diablo mundo dentro de quien sea. Eso fue al menos lo que nos dijo Adolfo, que hablaba con la erudición de un alquimista. Es decir, con la sabiduría de quien ha probado todas las recetas en carne propia.
Por casa de Santi y Adolfo vi pasar toda una fauna itinerante de la pequeña delincuencia. Vi planchas de hachís del tamaño de una buena maleta de viaje, antes de cortarlas para el menudeo. Vi a los colegas esnifando, bebiendo, haciendo chinos, pinchándose a cualquier hora del día y de la noche. Fátima no cerraba. Fátima no dormía. Pero Adolfo nunca nos dejó probar nada a Santi y a mí. Y eso que los colegas tenían un cierto sentido ecuménico de la droga: lo mejor era que todo el mundo estuviera colocado. Pero nosotros teníamos que jugar al fútbol, de modo que nada de drogas. Puede que Adolfo fuera un vicioso y un delincuente, pero tenía del fútbol y de nuestro equipo una opinión elevada. Los chicos tenían que ganar campeonatos. Los chicos tenían que sudar la camiseta. Así que nada de drogas para los chicos. Delante de Adolfo ni fumábamos ni bebíamos. Y si nos hubiese preguntado por las pajas, me parece que le habríamos dicho que éramos mancos. Adolfo se había adjudicado con respecto a nosotros la tarea de preservarnos física y moralmente. A su manera, pero preservarnos. Podíamos ver, oír, pensar, pero que no se nos ocurriese catar. Estoy seguro de que si nos hubiese sorprendido con un cigarrillo o un porro en las manos nos hubiese aplicado su terapéutica universal para los asuntos terrestres: una buena somanta de hostias.
Cierta noche Adolfo irrumpió en uno de nuestros bailes de pandilla cogido de la mano de Marga. Yo me quise morir, a medias de emoción y a medias de celos. Llamarlos bailes sea quizá demasiado pomposo. Tampoco eran guateques: eso pertenecía a la generación de nuestros hermanos mayores o incluso de nuestros tíos. Se trataba de reuniones de infelices en un chalet sin padres, con un tocadiscos portátil y unos cuantos singles de moda. Bailábamos agarrados toda la caterva italiana de cantantes enronquecidos. Adolfo nos trajo a Marga colocada hasta las cejas de quién sabía qué. La desencajonó entre nosotros como quien deja libre un virus: el virus mortal de la lujuria. El virus mortal del deseo. El virus mortal del amor. Aquella noche yo bailé con Marga por Richard Cocciante –como quien dice-, con el corazón empalmado y la polla dura como un diamante negro. Bailé mi canción predilecta: Margarita. Te juro –quienquiera que seas, allí donde me estés escuchando- que sentía el pulso en el centro de la bragueta, en el centro de mis sienes, en el centro de mi pecho, en el centro de mi centro. Te juro que fui todo yo un amasijo carnal de pulsaciones. Pulsaciones enamoradas de perro fervoroso.
Marga no bailaba. Quiero decir que no hacía lo que las demás. Marga te hacía sentir que tú eras la música, y el movimiento, y todas aquellas quejas de plañidera italiana que nos sacaban de quicio al decir que Margarita, cuando ama, lo hace una noche entera.
Y yo no me atrevía a mirar a Marga, no fuese a adivinarme el pensamiento. No fuera que me descubriese en mi elemental silogismo de amor. Marga igual a Margarita. Cocciante igual a mí. Ergo.
Marga vino a nuestras fiestas. Vino a nuestros partidos. Bailaba con nosotros y después Adolfo se la llevaba rumbo a sus negocios. Yo no quería ni pensar en qué le hacía; es decir, no paraba de imaginar que le estaría haciendo todo lo que yo no podía hacerle. Y el hecho de decirme que Adolfo no la amaba, sino que sólo amaba corromperla aumentaba mi angustia. Mi único consuelo de idiota, mi única revancha de inútil era saber que Marga se equivocaba al rechazar mi amor, ese amor que jugaba por ella al fútbol, que leía por ella la poesía de los poetas suicidas, que perdía por ella el apetito.
La noche anterior a la final del campeonato de Portacoeli Santi despertó a toda mi familia aporreando la puerta de nuestra casa. Habíamos llegado a la final como hasta entonces: haciendo una coreografía de ballet, humillando a nuestros rivales. Yo esperaba que la tarde siguiente obtendríamos la triple corona de nuestros míticos campeonatos de verano, aunque teníamos enfrente a un buen equipo.
Adolfo se había estrellado con el coche en una curva funesta a dos kilómetros de la urbanización. Nosotros llevábamos un catastro privado de desastres en aquella curva. El accidente de un primo de un amigo en una moto. El siniestro total de un vecino de un conocido. La muerte de un exnovio de una exnovia. Adolfo y compañía se marchaban de madrugada a seguir la farra en los chiringuitos del mar. Habían dado al parecer varias vueltas de campana, y los ocupantes del lado derecho habían muerto en el acto. Marga viajaba delante, junto a Adolfo, en el asiento del copiloto. Enterramos a Marga a la mañana siguiente en el cementerio Municipal de Valencia. Recuerdo entre brumas dos cosas por encima de todas. En primer lugar, hacía un día de intratable poniente que había achicharrado las flores de las tumbas y de los panteones. En segundo lugar, que no derramé una sola lágrima. Sólo tenía un hueco en el pecho. Como si estuviese ayunando sentimentalmente desde un mes atrás. Era algo parecido a una atroz hambre sin apetencia ninguna. Cuando los albañiles terminaron de cementar la boca de su nicho, el padre de Marga no pudo escribir sobre el engrudo fresco su nombre y las fechas que resumían su paso por el mundo. María Margarita Martínez Fusach. 1963-1979.
La final de Portacoeli no fue como el resto de los partidos. Todos estábamos tristes y exaltados. La desgracia nos había inoculado en la sangre la pócima perfecta para salir a un campo de fútbol a ganar un partido: unas gotas de profunda amargura y varias cucharadas de euforia sin razón. La euforia de los vivos. La euforia de los que han escapado a la desgracia. Lo formulaba con vergüenza en el rincón más apartado de mi pensamiento, pero lo formulaba: Marga se estaba pudriendo en su tumba y yo estaba allí, con las botas de tacos de metal, con el equipaje de mi equipo de verano, con mis amigos de toda la vida. Nosotros éramos los vivos, los elegidos hasta ese instante. Los inconquistables. Marga estaba muerta, y con ella se había muerto una parte de mí, pero la parte que quedaba viva resultaba infinitamente más grande. Adolfo estaba en el hospital, con las piernas rotas, sin bazo y con la cabeza abierta, pero nosotros estábamos allí, jugando a lo que más nos gustaba. Nuestra euforia era la alegría de los supervivientes. Eso es la juventud: egoísmo, desenfreno y muerte. Vida, sinrazón y humo. Eso era.
Para la ocasión de la final, nos encontramos camuflados bajo el nombre de Hendaya a unos conocidos de la primera división juvenil: el San José de Calasanz, un equipo excelente y conjuntado. Gente que jugaba junta durante todo el año. Y se acabó el ballet. Se acabaron las florituras. Se acabó el pasear bajo la sombra amable de los frondosos tilos. Nada de goleadas ni de risitas de conejo después de adornarnos. Hubo que ponerse a trabajar, a correr. Por vez primera jugamos a remolque: nos marcaron en la primera parte, y nos pasamos el resto del partido dando y recibiendo. Fue un buen partido. Un gran partido de juveniles. Lo mejor que se podía ver por aquellos años en toda la provincia de Valencia. A diez minutos del final Sixto hizo uno de su juegos malabares y se plantó delante del portero con la pelota controlada, lo dribló y cuando fue a chutar dos gorilas del Calasanz le hicieron penalti. El árbitro lo pitó.
Sixto ha muerto ya y desde el día de nuestra final han pasado más de veinticinco años. Un cáncer de pulmón se lo llevó por delante no hace mucho, después de haber estado a vueltas con la quimioterapia durante un tiempo. Yo no lo vi en la época de su enfermedad. Me dijeron los amigos comunes que estaba calvo por los citostáticos, pero que nunca lo vieron de rodillas. Al contrario, cada vez que se lo tropezaban por la urbanización les decía que pensaba salir adelante. Él siempre sabía lo que había que hacer. Él pedía el balón y se marchaba derecho hacia la portería. Como tienen que hacer las estrellas de cualquier firmamento.
Supe de su entierro por los periódicos, y más tarde hablé con los amigos que habían asistido al cementerio. Sé que uno de sus hijos es idéntico a como era Sixto por la época de nuestro equipo. Fueron a despedirlo los viejos camaradas del Valencia. Acudió Tendillo. Y Arias, el líbero que estaba hecho de bambú y había sido el capitán de aquel partido contra el Barcelona. Ya no recuerdo los años que llevábamos sin vernos Sixto y yo. Se casó, me casé, se separó, me separé.
Hará diez o doce años nos encontramos de parranda en la discoteca Jardines del Real. Cada vez que nos veíamos, como siempre sucede con los viejos amigos de la infancia, dábamos por sentado que acabábamos de despedirnos y reemprendíamos la conversación en un punto que no hacía falta recordar. De modo que entonamos nuestro como decíamos ayer y nos contamos entre copas la vida mutua que nos habíamos perdido.
La tarde de la final Sixto colocó el balón en el punto de penalti. No hacía falta ningún concilio de emergencia para decidir un lanzador. Los penaltis los tiraba Sixto. Las faltas al borde del área las tiraba Sixto. Los corners que no quería rematar los tiraba Sixto. Pero aquella tarde me acerqué a él y le dije que yo lo lanzaría. Se lo quería dedicar a Marga. No sé que autoridad vio en mí, no sé qué resolución rabiosa, pero el caso es que se apartó y me dejó el balón sobre la mancha blanca de la cal, un poco descentrado hacia la izquierda.
Durante nuestro último encuentro en la discoteca de Jardines hicimos un recuento acelerado de nuestros avatares. Él había peregrinado por equipos de segunda y tercera división tratando de alargar su carrera: el Elche, el Palamós. Yo me había hecho profesor de literatura, para enseñar a quienes no querían aquello que no había podido aprender por mi cuenta. A la tercera copa, nos juramos que el mejor equipo de nuestra vida había sido el de los torneos de veranos, y el mejor verano de nuestra vida el de aquella final de Portacoeli. Con los vapores del alcohol nos pusimos melancólicos. Me confesó que le había faltado un poco de suerte. El poco de suerte necesaria para buscar la suerte propia. En el fútbol, en su vida privada, en los negocios.
Cuando nos despedimos me repitió que habíamos sido un gran equipo. Nos abrazamos como si acabase de marcar un gol y no me dijo nada más. Estoy convencido de todo aquello. Así te lo digo, como quiera que te llames y en donde sea que escuches este réquiem sin música: fuimos un gran equipo y también nos faltó un poco de suerte.
Todo es cuestión de un poco de suerte. Un poco más de suerte. El poco más de suerte que Marga habría necesitado para no haber subido al coche de Adolfo. El poco más de suerte que Adolfo debería haber tenido para no salirse en su curva maldita. El poco más de suerte que a Sixto le habría hecho falta para vencer el cáncer de pulmón. El poco más de suerte que yo habría necesitado para no echar fuera el penalti y empatar el partido. Un palmo apenas: tres dedos junto al poste en mi disparo raso, seco y frío. El poco más de suerte que habría hecho que Marga me amase. Pero eso es la juventud, eso es la vida: la ocasión de desear un poco de suerte. Un poco más de suerte.